Estamos inmersos en una sociedad en que las personas antes de entrar a conocer al prójimo, primero lo observan, lo analizan y concluyen su forma de ser antes que éste les diga… Kiubo!! Eso es prejuicio en el que todos caemos y del que no me libro. Si alguien le saca el rollo a una persona ya sea para bien o mal, se esta prejuzgando.
Cuando yo era un lindo niño con la cabeza un poco más desproporcionada de lo que la tengo hoy en día, pero lindo, presencié algunos de estos actos prejuiciosos que llevaban a la discriminación. Debo agradecer que por el tamaño de mi cabeza no fui prejuzgado ni menos discriminado… pero si webeado. A lo que voy es que en aquel tiempo, cuando esto no se llamaba bullying, noté como un cegatón compañero de 1er año de básica no se quería sentar con nuestra morenita compañera por ser “negra”. A ella la recuerdo bien bonita, una negrita hasta con pelo afro sin ser de la raza de Kunta Kinte. Pero este cegatón no quiso compartir su pupitre por el motivo de color de piel, ganándose todo nuestro repudio.
La cosa llamada prejuicio empieza de niño, y quién sabe qué gatilló a este cegatón el no aceptar a gente con piel morena. Habrá sido hijo de algún neo nazi o rucio de ojos azules, pero la verdad es que este cegatón tenía sus mechas negras y más encima tiesas… más bien de estilo pubico, y no había mayor razón para comportarse así… pero repito… quién sabe… es probable que en este preciso instante esté en algún lugar de dudosa reputación disfrutando de los bailes en el caño de grandes diosas negras.
Lo que si sé, es el motivo del porqué fui tan prejuicioso con los colorines. En la misma época de lo ocurrido con el cegatón, jugando con mi mejor amigo de ese entonces “El Pancho” se acercaron de mala manera dos niños de nuestra edad para que juguemos con ellos. Uno de ellos era un cabeza de cobre y pecoso como el mejor de los panes de pascua lleno de frutos secos. Pero lo que más recuerdo es que aquel “ampolleta de carnicería” tenía tan mal olor que nos impedía acercarnos para mantener una madura conversación característica de aquella tierna edad. Desde ese entonces, colorín que veo lo asocio con un olor no muy grato y con el mal humor que ese tierno niño tenía. Así me lo pasé mirando con mala cara a celebres colorines como Carcuro, Ravinet, Chuck Noris, Chuky, el payaso del McDonals, y el amigo de Harry Potter, entre otros. Aunque nunca miré de mala manera a las bellas Redheads que se me presentaban por la vida.
Dios castiga y no a palos dicen, y con el tiempo, al entrar a cierta edad donde te salen pelos por donde nunca tuviste, me dí cuenta que la barba me salía colorina, lo que se incrementa con los rayos del sol que hoy tanto hacen falta. Hasta tengo la tincada que, por mi barba roja, mis hijos saldrán tan rojizos como el recordado niño de cobre. Así que… colorines!!! Me uno a ustedes!!
A otro que siempre prejuzgué, fue a Jimmy Hendrix, no por su color de piel, ni por su cara de degenerado, ni por haber quemado una que otra guitarra con la que uno sueña tener, si no por que me había quedado con ciertas imágenes, y sobre todo sonidos, donde más que sacar lindas melodías a las de 6 cuerdas, producía espantosos chillidos sicodélicos. Al parecer me había cruzado, para mi mala suerte, solamente con esas partes de su loca y corta carrera, ya que al tener la oportunidad de escucharlo con mayor detención, pude apreciar que tiene muy buenos temas y toca su guitarra como pocos saben hacerlo… incluso con el canino.
Una buena muestra para escuchar del gran Hendrix es para variar uno de los tantos Greatest Hits (2010). Escuchando sus canciones se me olvida lo volado que era este tipo y de las tonteras que hacia con su guitarra en el escenario bajo los efectos de algún alucinógeno típico de la época. Siempre me ha llamado la atención lo cristalino del sonido de sus grabaciones, como si fueran recientemente registradas.
Para qué hablar de los grandes temas que todos conocen. Yo ahora me quedo con Angel.
Colorín colorado…